julio 03, 2011
El Puerto de Buenos Aires a principios del siglo XIX
Los siguientes textos son extractos del relato de un inglés titulado “Cinco Años en Buenos Aires 1820-1825”
1) Sobre el Puerto de Buenos Aires.
La ciudad de Buenos Aires, divisada desde la rada exterior a unas 8 millas de distancia, tiene un imponente aspecto. Los edificios públicos y las cúpulas de numerosas iglesias le dan cierto aire de grandeza que se desvanece cuando nos aproximamos.
Al desembarcar, el muelle derruido y las principales calles cercanas a la costa nos predisponen mal respecto a la belleza de la ciudad; pero para hablar en justicia debe observarse la ciudad minuciosamente, pues hay edificios dignos de consideración. (…)
Los pasajeros no encuentran ningún impedimento de parte de la Aduana. Una rápida inspección del equipaje es el único requisito obligatorio. Varios procedimientos enojosos han sido recientemente abolidos. En otros tiempos, un centinela debía impedir que la gente se acercase al borde del muelle de la ribera sin previa autorización del resguardo. (…)
Con el traslado de la cañonera que estaba en la rada exterior, desapareció una causa de continuos accidentes. Numerosos conflictos surgieron por haber hecho fuego esa cañonera sobre barcos y botes para hacerlos detener. El barco Condesa de Chichester, primer bote que llegó de Falmouth, recibió dos disparos estando a borde el vicecónsul. El capitán de la embarcación ignorando el motivo del fuego, ordenó el contraataque y dio armas a la tripulación. Rápidamente se envió una comisión que pidió disculpas. (…)
Los servicios regulares sanitarios se establecieron en octubre de 1821 y el cumplimiento de la ley de cuarentena y la prevención del contrabando fueron razones dadas para su instalación. (...) No obstante es difícil hacer obedecer las leyes de cuarentena en Buenos Aires. Los barcos suelen llegar de noche, o en días de niebla, y los capitanes, por ignorancia de la reglamentación, desembarcan antes de que se cumpla la visita.
En la parte exterior del puerto suele haber una profundidad de dieciocho pies y en la interior ocho. Un pampero que sopla del Oeste produce, de cuando en cuando, una gran baja, que deja una profundidad mucho menor en cada una de las áreas del puerto. Los bancos de arena quedan al descubierto y la gente pasea a caballo sobre ellos. (…)
El Río de la Plata podría ser bautizado con justicia como “infierno del navegante”. El gobierno ha mandado colocar boyas en los bancos de arena y se ha hablado mucho de construir un muelle, una dársena y otros trabajos de consideración. Pero la carencia de fondos ha impedido la proyectada empresa. Levantar muelles y dársenas no es tarea fácil en un país desprovisto de obreros. Se dice que para subsanar este inconveniente llegarán doscientos irlandeses traídos por el coronel O´Brien, un oficial de San Martín. (…)
Las embarcaciones que cargan y descargan con el auxilio de chalanas o balandras. Un caballero inglés, Mr. Cope, tiene varias a su servicio y atiende a la mayor parte de los barcos ingleses y norteamericanos. Un leve oleaje impide a estas chalanas cumplir su tarea; tan solo con buen tiempo pueden permanecer al lado del barco. El alquiler del bote es caro. Los boteros son en su mayoría ingleses forzudos y diligentes. El desembarcadero, donde antes estuvo el muelle, es pésimo: los barcos pesados no pueden acercarse. Para el embarque y desembarque se utilizan carros; no tienen tarifa y sus conductores se hacen pagar lo que pueden. (…)
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